jueves, diciembre 07, 2006

Hombre y Nombre



Judas, el traidor. Nerón, Hitler y Calígula, tres locos sanguinarios. Napoleón, el genio militar…
Asociar un valor o una idea al decir un nombre cualquiera resulta curiosamente inevitable. Por ejemplo, de mi infancia recuerdo a Yuri, la tontería; a Cerdeña, la estupidez; a Juan, la amistad; a Paco, el alcoholismo; Elvis, la mansturbación; y Marco, las historias de terror y los chistes de Quevedo.



Resulta claro que el nombre resume al hombre. En cierta forma, vamos adhiriéndole nuestros momentos, nuestras palabras, nuestros pasos. César hizo de su nombre un signo de majestad y autoridad al punto que se convirtió en sinónimo de poder. De allí se derivó la palabra Kaiser y Czar, títulos de los emperadores alemanes y rusos. Alejandro Magno, conocedor que otro Alejandro había mostrado cobardía en el combate, le instó a cambiarse de nombre o a comportarse a la altura del que llevaba (talvez una incipiente protección de la calidad de marcas).



Me pregunto ¿qué idea vendrá a la gente cuando dice mi nombre? ¿qué pensamientos evocarán quienes pronuncian el tuyo?

Roberto Pável
Jáuregui Zavaleta

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Entiendo el mensaje...

Solo que no creo que es tanta la idea en si del nombre que hace al hombre. Tengo el nombre de famosos cientificos y quimicos, de investigadores y de actores, pero en mi entorno, no me tratan como a tal. Tu mencionaste dos grandes aspectos, personajes famosos (Creo que ninguno de ellos busco que su nombre perdurara, sino que fuimos nosotros mismos quienes hicimos que asi fuera) y nombre de personas que no conozco pero tu si. Tu relacionaste a esas personas con un nombre.

Entonces añadamos a tu idea original que el nombre hace al hombre en el entorno de este. Depende de ti si quieres que sea a un nivel mas grande (inmortalidad de tu nombre inscrito en los libros de historia solo por hacer algo grandioso) o solo aun nivel de entorno de los que te conocieron.
A las finales sabemos que no hay muerto malo. Pero todos recuerdan a los que hicieron un cambio en sus vidas, positiva o negativamente.

Yo voy por lo primero.

Saludos.

Carmela Viñas dijo...

Existe uan empatía entre el hombre y el nombre, una especie de lazo indivisible que lo creamos a lo largo de la vida. Somos lo que hacemos y lo hacemos con un nombre.

Mi nombre evoca a una ópera, llevo claveles rojos en la sonrisa y embrujo en los ojosjeje pero no llevo la tragicidad de esa heroina, lo cuál implica que un mismo nombre "se lo relaciona con" pero no define. Lo que nos define son los actos.

Buen artículo ,señor.

Anónimo dijo...

Jajaja... Me parece que tienes hambre de grandeza; y ya sabemos lo que eso ocaciona cuando es transformada en voracidad. Aguzado con esas "tonterias".

Pável Jáuregui dijo...

Hay amigo Aragón, antes de morir me gustaría haber pubicado mis poemas, mis cuentos... no sé si eso será hambre de grandeza, yo más bien pienso que es la necesidad de decir, de expresar... la grandeza depende de otras cosas.

Anónimo dijo...

Querido Pavel: en mi mensaje, el punto no es el hambre... sino la voracidad, y esa es insaciable en su despiadada busqueda de grandeza. Para salvarse de lo mismo, por lo que el insaciable castró (y castra) la libido y la libertad de la mujer y el hombre: el punto final de lo que llamamos muerte; y que los insaciables objetivos vuelven ilusión de punto y seguido a través de los hijos y cosas; y los subjetivos a través (y también)de la obra artística (casi siempre mediocre)

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