lunes, noviembre 27, 2006

Puntilladas



El hombre libre es el que no teme ir hasta el final de
su pensamiento.

León Blum

jueves, noviembre 16, 2006

Utopía



Hace poco recibí una invitación para participar en un recital. El tema: Utopía. Mientras escogía algunos poemas y escritos de mi despensa me pregunté: ¿qué es lo más determinante en la vivencia humana, el sentido de lo utópico o la experiencia de frustración?

Por un lado las utopías dinamizan nuestras acciones; de algún modo, debe haber algo de esperanza en cada movimiento. Sin la convicción o la subconsciente creencia en el final de cuento de Hadas, no moveríamos un píe de la cama. San Martín no hubiera venido al Perú, y sin esa idea, ciertamente, tampoco se hubiera marchado. Sin el sentido de lo utópico los matrimonios y las convivencias serían imposibles, tampoco serían posibles los divorcios, ni los viajes espaciales, ni las dietas milagrosas. Las utopías despiertan a los héroes, impulsan a las masas, crean puentes, levantan monumentos, pero también destruyen ciudades y desatan los genocidas. Las utopías inflaman la vida y justifican la muerte.

Sin embargo, por otro lado, todas las utopías son pendientes que terminan en un abismo profundo. Hay un momento en que el camino aparentemente promisorio se termina; hay un instante en que aparece a nuestros pies el abismo. Y la frustración se convierte en la constante compañera de cada búsqueda del hombre. Las revoluciones terminan volviendo a los orígenes; los libertadores se convierten en tiranos, y las búsquedas se estrellan en muros sólidos y oscuros. El que alcanza la fama, la lleva como una cruz; y quien tiene el poder se vuelve su esclavo.

¿Cómo explicar todo esto? Económicamente hablando las necesidades son ilimitadas, no hay utopía capaz de satisfacer la sed humana... y tal vez ahí esté la respuesta de todo, en que como siempre los dilemas son falsos dilemas, y en consecuencia, resulta irrelevante determinar cuál es el factor más determinante de la historia; el sentido de lo utópico y la frustración resultante serían, en verdad, dos caras de una misma moneda, dos momentos de la misma historia y la inevitable fatalidad del destino humano.


Roberto Pável
Jáuregui Zavaleta

domingo, noviembre 12, 2006

La Isla de la Espontaneidad





Hace unos días veía un nuevo comercial de cerveza:

A una isla llena de chicas bonitas, con bikinis que del solo recordarlos hacen sonreír, llega un hombre de corbata, navegando en una cabina agobiante y estrecha.

Ese hombre oprimido, habitante del mundo de las reglas, de la puntualidad y del semáforo; al haber llegado a la isla de la espontaneidad, de la libertad, de la ausencia de reglas, de las chicas de bikini jugando voley en la playa, de los cuerpos perfectos, de la cerveza… en fin; al haber conocido que el secreto de la felicidad radica en aflojarse la corbata y mandar al diablo las normas; ese hombre, ahora “liberado”, debe llevar de regreso a nuestro mundo (que situacional e históricamente coincide con el Perú) la cultura de la “espontaneidad” en una botella de cerveza.

No se puede pedir rigor filosófico a un “creativo” de la publicidad. Pero al menos debería mostrar un poco de sentido común:

¿Realmente necesitamos más “espontaneidad” en el Perú?

Salgan a manejar un rato, disfruten de nuestro “espontáneo” tránsito y luego respondan la pregunta.


Roberto Pável
Jáuregui Zavaleta

miércoles, noviembre 08, 2006

Papá Noel, Hugo Chávez y una Paradoja Libertaria



El día de ayer (08 de noviembre del 2006); el buen Hugo Chávez, en uno de sus acostumbrados exabruptos anunció la proscripción de Papá Noel, los árboles de pino, los bastoncitos dulces, la nieve ficticia, trineos, renos con nombre propio y demás parafernalia navideña. Las razones de la prohibición tienen que ver más con el aniquilamiento de los símbolos imperialistas (obviamente) que con la ortodoxia cristiana.

La medida permite varias lecturas:

Primera: Hugo Chávez supone que el poder político incluye la facultad de normar el modo en que los ciudadanos deben sentir y vivir sus tradiciones y religión. Tal atrevimiento establece el innegable parentesco de la llamada “Revolución” Venezolana con todos los sistemas de gobierno totalitarios y represivos que han existido a través de la historia incluyendo las monarquías absolutas europeas, la inquisición, el Papado, los Nazis, el Comunismo, etc. etc. Desde esta perspectiva, el único con derecho a sentir y a creer libremente es quien detenta el poder, todos los demás deberán adecuar no solamente sus conductas al imperio de la ley; sino también, sus creencias y sentimientos. En otras palabras, su mundo subjetivo e interno, aquél espacio del espíritu que es esencialmente libre, deberá quedar sometido a las convicciones del líder infalible e iluminado. Tal postura es una aberración insoportable.

Segunda: Hugo Chávez está convencido que el poder político le permitirá aislar a Venezuela del sincretismo simbólico del mundo globalizado. Me sorprende que un hombre tan aficionado a los medios, haya pasado por alto que la tecnología que nos rodea, como or ejemplo la internet, nos aproxima y acerca a múltiples culturas, en donde la diversidad y complejidad de los intercambios están produciendo una manera de pensar sincrética; este blog por ejemplo, también es leído en Venezuela ¿Realmente cree que prohibiendo a Papá Noel dará un duro golpe al imperialismo? Tal postura es de una estupidez memorable.

Tercera: Hugo Chávez que declara la guerra a los arbolitos de pino del imperialismo, sigue vendiendo el petróleo que mueven los ejércitos del imperialismo. Esta última postura es de un cinismo difícil de adjetivar.

Por otro lado, todo este asunto de la lucha emprendida por don Hugo contra el imperialismo para proteger las libertades venezolanas, que hoy en día no son muchas, dicho sea de paso; me hizo recordar a John Stott cuando acertadamente puntualizaba sobre el tema la libertad:

“... el asunto de la libertad muchas veces se entiende mal. Incluso los que más fuerte y sostenidamente vociferan acerca de la libertad no siempre se han detenido a analizar de qué están hablando. Un ejemplo notable lo constituye el orador marxista que estaba expresándose elocuentemente en una esquina acerca de la libertad que todos disfrutaríamos después de la revolución.

- Cuando obtengamos la libertad – exclamó – todos ustedes podrán fumar cigarros como ese – señalando a un caballero rico que pasaba.

- Prefiero mi cigarrillo – gritó un provocador.

- Cuando obtengamos la libertad – prosiguió el marxista, haciendo caso omiso de la interrupción, a la vez que se entusiasmaba con el tema – podrán conducir automóviles como ese – señalando un lujoso Mercedes que pasaba.

- Prefiero mi bicicleta – gritó el provocador.

Y así continuó el diálogo hasta que el marxista ya no pudo tolerar más al atormentador. Volviéndose hacia él, le dijo:

- Cuando consigamos la libertad, usted hará lo que se le diga.”



Curiosa paradoja resultante, la de perder la libertad en nombre de la libertad.



Roberto Pável
Jáuregui Zavaleta

Puntilladas



"No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la
revolución para establecer una dictadura."

George Orwell

lunes, noviembre 06, 2006

¿Promocionando Nuevos Valores Literarios?




Tomando una sabrosa taza de café en la no menos sabrosa compañía de un amigo, cuyo nombre vamos a mantener en reserva como mecanismo de protección, llegó a mi conocimiento una nueva modalidad de actividad literaria: la promoción de nuevos valores. La ocurrencia me pareció digna de un comentario por lo hilarante o lo delirante (eso ya es cuestión de aficiones), ya que siendo conscientes de la triste realidad literaria regional me parece un poco traído de los pelos que un escritor anónimo pueda promocionar a alguien, por más libros publicados que pueda colgar de su currículo.

Veamos el panorama a grandes trazos:

Las publicaciones son completamente irrelevantes e intrascendentes, demográficamente hablando. La Provincia de Trujillo debe tener algo de 600,000 habitantes. El impacto que pueda tener una edición de mil ejemplares (equivalente a menos del 1%) es casi nulo, por no decir nulo.

En la práctica todas las publicaciones son clandestinas, artículos coleccionables por la misma gente de siempre. Un reducidísimo círculo conformado por cuatro gatos involucrados en el quehacer literario, a los cuales todos conocemos, y son: fulano, sotano, mengano y la carracuca. Estos se homenajean, se invitan y se deshacen en halagos entre ellos, a falta de lectores reales, ya que sus publicaciones, usualmente de mediocre nivel, ni siquiera sirven para regalo consuelo de librería pirata. La verdad es que a estos literatos y comunicadores nadie los conoce, solamente sus amigos, ciertos adolescentes que puedan caer bajo sus garras o tres o cuatro mentecatos que se creen el cuento del artista “consagrado”.

Esto está ligado a un segundo problema: La falta de verdaderos editores. Aquí la cosa es más fácil de explicar; al no existir un verdadero mercado editorial, es imposible que existan editores. Un editor es un hombre de negocios, pero además, se supone, es un artista de gran conocimiento y sensibilidad literaria (al menos en el mundo civilizado). Debe tener la capacidad de valorar un texto y estimar su impacto en el mercado. Eso en la región liberteña es imposible. El 99.99% de nuestros “editores” no realizan ninguna función realmente editorial, no invierten en literatura sino en la ingenuidad y en el ego de nuestros “escritores”. La relación que se entabla entre el escritor y el pretendido editor más que editorial es simbiótica. .. Ellos simplemente se favorecen con las impresiones, por lo que técnica y tautológicamente son simplemente “impresores”, donde el asunto no es presentar un material de calidad, sino alentar todas las publicaciones para luego abandonar al iluso autor a su suerte.

Como el mercado ni siquiera tiene la oportunidad de agrandarse con los propios literatos, ya que los gatos que ya les mencione, por lo general nunca compran libros regionales (esperan que se los regalen); se llega al último nivel de degeneración: las patéticas ventas forzadas que los autores o sus amigos cercanos harán a los estudiantes que hayan tenido la mala fortuna de caer en sus garras. Pero al final, esta modalidad de venta tampoco hace a sus autores trascendentes, ya que los contenidos son de tan poca calidad que nada les garantiza que su imaginario “público” lea sus libros, y la verdad, en el mejor de los casos esas obras de arte van a un estante o a alguna caja a dormir el sueño de los justos, sueño que según Nietszche es largo y profundo.

Así, de todo este asunto se puede sacar dos aplicaciones:


Primero: Según el contexto literario regional e idiosincrasias anexas, se debe entender como promoción de nuevos valores aquella que realiza un escritor más o menos desconocido, a favor de individuos más o menos aficionados a la literatura, pero igualmente desconocidos, con el objeto de promocionarse a sí mismo. Como diría Condorito... Plop!

Segundo: En ese estado de cosas, que alguien pretenda promocionar nuevos valores resulta una pretensión digna del pueblo de Macondo, arrabales y demás coroneles.

He dicho




Roberto Pável
Jáuregui Zavaleta

miércoles, noviembre 01, 2006

El Concepto de Finalidad, la Naturaleza y el Estado




Aristóteles dice que el hombre es un Animal Político (un animal estatal sería una traducción más precisa); sugiriendo una concepción naturalista del Estado. Desde esa perspectiva, los seres humanos se orientarían a la convivencia “estatal” de un modo natural.

Cuando se coloca la causa sustancial del Estado en la esfera de la naturaleza humana, en la esencia del hombre; la apartamos del campo de acción de la libertad. Como resultado, el Estado no podría entenderse como acto racional y voluntario, sino más bien, como un hecho natural y necesario.

Problema: ¿Cómo podemos sostener, entonces, el concepto de finalidad del Estado? ¿Tienen acaso la naturaleza evolutiva un fin? ¿No es acaso producto del azar?

No es posible un fin fuera de la razón. El universo evolucionado carece de propósito, simplemente es. La lluvia carece de finalidad en sí misma, solamente posee consecuencias; su finalidad, en todo caso, es el resultado de una interpretación racional y externa. Únicamente un ser pensante se propone fines, de manera que el hombre, incapaz de “crear” racional y libremente el Estado, pero capaz de percibirlo, sería un simple intérprete...

Intérprete engañado, al fin y al cabo, que descubriendo ciertas relaciones, cree gobernar su propia historia.



Roberto Pável
Jáuregui Zavaleta

Recientes

Recomendados