Alberto Fujimori ha sido muchas cosas.
En principio, el ser nacido un 28 de Julio y de padres japoneses lo convirtieron en un candidato mitológico de dudosa nacionalidad. Peruano por interés, japonés por conveniencia y apátrida por convicción, Alberto Fujimori hubiera adoptado la nacionalidad chilena y ofrecido sus profundos conocimientos en estrategia política sin con ello podía salvar su corrupta piel amarilla.
En segundo lugar, Alberto Fujimori es un amante incomprendido. Es un hombre que reboza de amor, obviamente no por Susana (a la que torturó mientras aun era su esposa, cuando la tenía secuestrada allá cuando era todopoderoso); no por sus hijos a quienes abandonó a su suerte mientras fugaba con los veinte comprometedores maletines rumbo al Japón; no al Perú del que se desprendió por fax y al que mancilló con la sangre de los desaparecidos; ni siquiera a sus colaboradores, a los que miente y utiliza como si fueran palos de fósforo; sino por sí mismo; su instinto de conservación tiene tal poder compulsivo que le hace cometer los más vergonzosos y patéticos actos a fin de prolongar su vileza. Así es de sencillo: Alberto Fujimori solamente siente amor por Alberto Fujimori.
En tercer lugar, Alberto Fujimori es un creyente del mito de Alberto Fujimori. El mito es sencillo, se basa en un prejuicio fácil conocido como generalización, el mismo que unido a los “entusiasmos” populares creó la ilusión de que se trataba de un japonesito trabajador, honrado e inteligente. Las masas creyeron que se trataba de un mesías oriental, que si ellos (los japoneses) podían tener tanto éxito con las ferreterías entonces podían convertir del Perú en un país con honradez, tecnología y trabajo. El poder es una cosa seria, sin control puede volver estúpidas a las mentes más poderosas. Genios como Napoleón terminaron cometiendo errores groseros, y personas ordinarias como Alberto Fujimori acabaron en medio de un proceso de extradición en Chile.
Alberto Fujimori es un montón de cosas más, es un hombre “arrojado” en el sentido del arrojo del sargento mayor don Agapito (Ver poema siguiente); es un homicida, en el sentido más puro del homicida; y es también un peligro latente para los intereses del Perú, las libertades ciudadanas y el Estado de Derecho.
Pero Alberto Fujimori, curiosamente, siendo tantas cosas, en este momento no es importante por las muchas expresiones de lo que es; sino más bien, es vital por todo aquello que podría llegar a ser: un proverbio viviente, un ejemplo de la paradoja de la historia, un chispazo promisorio de que la justicia tarda un poco... pero llega.
alberto fujimori alberto fujimori fujimori alberto fujimori preso aberto fujimori extraditado homenaje alberto fujimori dictaduras latinoamerica justicia fujimori
3 comentarios:
Creeme que cuando vi tu texto pense internamente "¿que rata nauseabunda a escrito esto?" pero me equivoque.
Mis saludos, y sigue adelante, todos los democratas pensamos de la misma forma.
De lo que se deduce que hay que tener estómago para defender a ese canalla...
Saludos
Aunque no soy de tu país, sentí indignación por la actitud de este individuo y por la descarada dilación de la justicia chilena. Me pareció que tardaron demasiado tiempo en extraditar a ese tipo que OBVIAMENTE es culpable, y en mas de una oportunidad pensé que podía morirse de viejo antes de ser juzgado... afortunadamente no fue asi.
Publicar un comentario