“La Total Liberación” es un relato de Alonso Cueto[1]; en él, se narra la historia de Garassa; empleado de un periódico limeño que en sus ratos libres escribe una novela corta.
La primera novela de Garassa es recibida favorablemente por la crítica, luego renuncia a su empleo para dedicarse a escribir a tiempo completo. Su segundo libro se publica en España y resulta ser un éxito mayor que el primero. Se casa. Es famoso y, de vez en vez, publica algunos artículos en su antiguo periódico. Viaja por Europa y se muda un par de años a Londres. Como quien dice, este Garassa vive el “sueño ameliterario”
Sin embargo el relato de Cueto está lejos de ser un cuento de hadas. Garassa, en su fama, padece terriblemente. Aun cuando publica una novela que se convierte en un auténtico “boom”; más tarde haría esta confesión:
“La Total Liberación” de Cueto es un relato en extremo interesante, me provocó una favorable impresión cuando lo leí, pero luego tuvo un giro de inesperado contenido moral cuando leí “Los Vestidos de Una Dama” (otro relato de Cueto en el mismo libro); impresión que fue confirmada varios años después cuando salió a luz el asunto del artículo sobre Borges.
La cuestión es que esta suerte de “confesiones” indirectas, podrían tomar un giro recurrente en el mundo de arte. Se me ocurre pensar en esa canción de Silvio Rodriguez:
La primera novela de Garassa es recibida favorablemente por la crítica, luego renuncia a su empleo para dedicarse a escribir a tiempo completo. Su segundo libro se publica en España y resulta ser un éxito mayor que el primero. Se casa. Es famoso y, de vez en vez, publica algunos artículos en su antiguo periódico. Viaja por Europa y se muda un par de años a Londres. Como quien dice, este Garassa vive el “sueño ameliterario”
Sin embargo el relato de Cueto está lejos de ser un cuento de hadas. Garassa, en su fama, padece terriblemente. Aun cuando publica una novela que se convierte en un auténtico “boom”; más tarde haría esta confesión:
“- No hay nada en la novela que valga la pena por sí mismo – dijo a un periodista -. La he publicado como un homenaje a un gran escritor. Hay un cuento de Juan Carlos Onetti, un cuento de tres páginas que se llama “La Total Liberación”. Durante todos estos años he estado viviendo en este cuento, he estado viviendo en cada una de sus palabras para escribir las páginas que usted conoce y que han salido de esas frases en voz baja, de esa escena única y de ese largo monólogo que es el cuento de Onetti. Allí puede usted encontrar todo lo que en mis novelas he escrito. No he creado nada por mí mismo. Mi obra carece de todos los méritos, excepto tal vez de una redacción correcta. Es muy poco. No soy sino un repetidor original. Cuando leo a Onetti, soy un mendigo que agradece tener un pan que nunca va a acabarse. Él es el verdadero autor de mis libros. Se lo digo para sacarme un peso de encima, para que no vuelva a pedirme cuentas”[2]
“La Total Liberación” de Cueto es un relato en extremo interesante, me provocó una favorable impresión cuando lo leí, pero luego tuvo un giro de inesperado contenido moral cuando leí “Los Vestidos de Una Dama” (otro relato de Cueto en el mismo libro); impresión que fue confirmada varios años después cuando salió a luz el asunto del artículo sobre Borges.
La cuestión es que esta suerte de “confesiones” indirectas, podrían tomar un giro recurrente en el mundo de arte. Se me ocurre pensar en esa canción de Silvio Rodriguez:
“Me he dado cuenta de que miento,
siempre he mentido
he escrito tantas
inútil cosas
sin descubrirme
sin dar conmigo...”
Roberto Pável
Jáuregui Zavaleta
Referencias:
[1] CUETO, Alonso; “Los Vestidos de Una Dama”; Lima – Perú; PEISA; 1998; pp. 7-12
[2] CUETO; Op. Cit.; pp. 9-19
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