lunes, marzo 26, 2007

Manuel Scorza

La música de las palabras










Scorza es de lejos uno de mis favoritos.

Dueño de una prosa limpia y un certero sentido del humor, se sirve del lenguaje con destreza para decir lo que quiere (habilidad cada vez más escasa entre los mortales); y en el intento derrama la emotiva música de su lirismo:

“Y me besó. Me besó. Yo quise decirle no sé qué. Su boca en mi boca no me dejó hablar. Su vientre en mi vientre no me dejó pensar. Sus senos tórridos, su cuerpo como antorcha de miel, sus ropas cayendo como cenizas, su súbita desnudez no me dejaron respirar. Nos desbarrancamos al fondo de un goce urgente...”[1]

Noten lo bien estructurada de la idea del párrafo:

Idea 1: no me dejó hablar
Idea 2: no me dejó pensar
Idea 3: no me dejaron respirar

Noten la contundencia de las imágenes:

“su cuerpo como antorcha de miel”
“sus ropas cayendo como cenizas”

En fin, creo que Manuel Scorza es una de esas lecturas indispensables, nos gusté o no el color de su ideología.



No se podía terminar esta breve nota, sin recordar sus magnifica poesía:







América,
aquí te dejo.
Me voy a las batallas.
Luchar es más hermoso que cantar.
Yo te digo,
a pesar del dolor,
a pesar de las patrias derrumbadas,
ama a los gorriones.
Yo sé que es difícil
hallar entre las tumbas un lugar para la risa.
Yo mismo, a veces, caigo,
y el viento
levanta mi cara como una alfombra rota,
pero aun en las celdas,
bajo la lluvia,
yo no perdí la fe.
Amigos,
aunque os golpeen,
jamás perdáis la fe;
aunque vengan días sucios,
jamás perdáis la fe,
aunque yo mismo os ruegue de rodillas,
no me creáis,
amad la vida,
¡guardad rocío
para que las flores
no padezcan las noches canallas que vendrán!
Sed felices, os ruego,
salid de los cuartos sombríos,
sed felices para que yo no muera.
Yo no escribí estos cantos
para dar espuma a las muchachas.
Yo canté porque los dolores
ya no cabían en mi boca:
yo siempre estuve aquí
peleando con mastines de pavorosa nieve;
conozco todas las caras,
he visto a los deudores tratando
de meterse en sus zapatos cada amanecer.
¿Dónde no estuve?
¿En qué pantano no bebí?
¿a qué pozo no rodé?
Ay, a mi alma caían las cáscaras
que amargas cocineras pelaban.
Amigos: en mi corazón jamás reinó silenció,
yo oí todas las voces,
escuché a las sábanas quejarse,
supe cuando las criadas escribían cartas de tristeza,
y cuando no llegó a tiempo el único pie del cojo,
y canté, América, los dolores,
y recliné en ti mi cabeza.
Más ahora digo:
degollad la tristeza,
cantad frente al mar.
Dadme la mano, amigos.
Amo la tierra flaca
que me siguió cojeando a los destierros.
No quise confesarlo antes.
Era difícil,
me ahogaba el esqueleto,
el aire me dolía,
la voz me llagaba
pero ahora te amo.
no soy herrero,
ni jinete, ni sembrador.
Yo sólo sé cantar, pero te amo;
¡también la aurora se construye con canciones!
Amigos,
os encargo reir!
Amad a las muchachas,
cuidad a los jazmines,
preservad al gorrión.
No me busquen amargos en la noche:
yo espero cantando la mañana.
Un gran viento se levanta.
Hay demasiado dolor.
Un gran viento se levanta.
He visto arder extraños ríos.
Un gran viento se levanta,
preparad la hoguera,
preparaos.
Aquí dejo mi poesía
para que los desdichados se laven la cara.
Buscadme cuando amanezca.
Entre la hierba estoy cantando.

Scorza, Manuel De: "Las Imprecaciones" (México 1955)





VALS VERDE









No viajaremos a extrañas islas,
a países de cabellera incandescente

No partiremos,
no saldremos de la ciudad ululante.

Bajo los árboles vertiginosos del crepúsculo,
vestidos de viudos, hemos de vernos.

En las estepas de los gentíos
me verás, te veré, nos veremos.

Y me dirás: "hace frío" - en invierno,
y te diré: "hace calor" - en verano.

Y alrededor de nosotros
los recuerdos de pico ensangrentado.

Las hélices amarillas del otoño
degollando pájaros inocentes.

Cierta tarde - cualquier tarde -
en una esquina nos desconoceremos.

Y por calles diferentes
a la vejez nos iremos.

Scorza, Manuel; Desengaños del Mago; Lima - 1961







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Roberto Pável
Jáuregui Zavaleta



[1] Scorza, Manuel; La Danza Inmóvil; Plaza & Janes; 1983; p. 121

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