Un lugar común electorero es el del fraude en las votaciones. Mientras más reñida es la campaña, mientras más cercana es la posibilidad del triunfo y más cierto el sentimiento de ser merecedor de aquel, el discurso del fraude estará cumpliendo la doble función de catársis de las tensiones de los partidos en contienda y de alimento de las leyendas urbanas de las próximas generaciones.
El caso electoral norteamericano es sumamente interesante, porque su sistema no se parece a nada de lo que se haya visto en el Perú. En principio el hecho de que la mayoría de los votantes estén a mi favor no garantiza el triunfo. En segundo lugar, no existe DNI ni la votación es obligatoria, por lo que las personas deben inscribirse en el padrón electoral, siendo tanto más complicada la inscripción para los pobres que no disponen de una licencia de conducir, por ejemplo, para acreditar su identidad.
Esto puede sonar un tanto duro, pero ese mismo hecho podría ayudar en algo la deseada"calidad de voto", en la medida que asegura que las clases medias (factor fundamental en el sistema democrático según Artistóteles y Lipset) e interesadas con el destino del país sean las que tomen las decisiones. En nuestras democracias los discursos y políticas inmediatistas son un requerimiento necesario para convecer a votantes cuyo único interés en la política se desprende de lo que pueda obtener en beneficio a corto plazo, sobre todo, cuando están obligados a votar sí o sí.
Sin embargo, como no hay sistema perfecto, el sistema norteamericano ofrece un panorama un tanto complicado por cuanto podría ser vulnerable en la medida que se excluyera a un sector importante de la población de ejercer su derecho al voto.
En circunstancias en las que los demócratas argumentan que se están borrando personas de los padrones electorales y los repúblicanos declaran que se estarían duplicando inscripciones en tales padrones, pareciera que el uso del término fraude, se extenderá mucho más allá de la contienda electoral.
El caso electoral norteamericano es sumamente interesante, porque su sistema no se parece a nada de lo que se haya visto en el Perú. En principio el hecho de que la mayoría de los votantes estén a mi favor no garantiza el triunfo. En segundo lugar, no existe DNI ni la votación es obligatoria, por lo que las personas deben inscribirse en el padrón electoral, siendo tanto más complicada la inscripción para los pobres que no disponen de una licencia de conducir, por ejemplo, para acreditar su identidad.
Esto puede sonar un tanto duro, pero ese mismo hecho podría ayudar en algo la deseada"calidad de voto", en la medida que asegura que las clases medias (factor fundamental en el sistema democrático según Artistóteles y Lipset) e interesadas con el destino del país sean las que tomen las decisiones. En nuestras democracias los discursos y políticas inmediatistas son un requerimiento necesario para convecer a votantes cuyo único interés en la política se desprende de lo que pueda obtener en beneficio a corto plazo, sobre todo, cuando están obligados a votar sí o sí.
Sin embargo, como no hay sistema perfecto, el sistema norteamericano ofrece un panorama un tanto complicado por cuanto podría ser vulnerable en la medida que se excluyera a un sector importante de la población de ejercer su derecho al voto.
En circunstancias en las que los demócratas argumentan que se están borrando personas de los padrones electorales y los repúblicanos declaran que se estarían duplicando inscripciones en tales padrones, pareciera que el uso del término fraude, se extenderá mucho más allá de la contienda electoral.
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